La oración, el trabajo individual como en equipo con las iglesias locales y de Estados Unidos es un factor importantísimo para la efectividad en la misión de alcanzar almas para Cristo. Muchas personas, están involucradas en la labor misionera, no por su presencia física en el campo, sino por las oraciones que sustentan a los que están allí sembrando. A veces el sembrador puede desanimarse al no ver frutos o resultados tangibles de su trabajo.
Sin embargo, con oración y tiempo, para Dios no hay nada imposible.
Stan Meador, misionero de la Junta de Misiones Mundiales IMB, sabe lo valioso que es esa combinación entre oración, trabajo y tiempo. Dos años atrás, había pedido a unas iglesias de Estados Unidos que lo apoyaran en oración por el trabajo que realizaba en colaboración con una iglesia brasileña. El pastor de la iglesia lo había contactado pidiendo ayuda para formar líderes. Una de las iniciativas fue comenzar un entrenamiento para liderar estudios bíblicos evangelísticos.
Sin embargo, la llegada de COVID-19 cambió los planes.
A pesar de las restricciones causadas por el comienzo de la pandemia en marzo del 2020, el entrenamiento de líderes continuó virtualmente por medio de un aplicativo de mensajes electrónicos. Casi una docena de personas siguió con el entrenamiento en ese formato.
Meador mandaba al grupo historias bíblicas para ser estudiadas con preguntas sobre el texto. Cada persona contestaba las preguntas individualmente. Él respondía con comentarios alentadores y sus propias respuestas.
La primera vez que Meador recibió las respuestas de Marta*, una hermana salida del catolicismo, le pidió que corrigiera sus errores. Stan no encontró ninguno y le respondió animándola a seguir estudiando, lo mismo se repitió en los siguientes estudios.
El estudiar la Biblia virtualmente reveló a Stan algo que no hubiera sido posible observar en un estudio presencial: Marta dudaba de su habilidad para entender la Biblia.
Su trasfondo católico le había enseñado que no era posible entenderla por si sola, siendo necesario la ayuda del sacerdote para explicársela. Aunque ella había sido cristiana evangélica por muchos años, nunca le habían enseñado que era posible entender la Biblia sin la ayuda de un profesional religioso. A medida que Meador y Marta realizaban los estudios bíblicos, esa perspectiva fue cambiando, y finalmente Marta entendió que sí podía estudiar la Biblia ella misma.
Marta también se dio cuenta de que el propósito de ser una discípula de Cristo iba más allá de poder entender la Biblia sólo con la ayuda del Espíritu Santo. Un discípulo debe transmitir lo aprendido con otros para hacer más discípulos. La pregunta encontrada al final de cada estudio bíblico ilustra bien este principio: “¿Con quien más puedes compartir esta historia?”
En el contexto restricto de una pandemia, este grupo encontró maneras únicas de compartir el evangelio. Varios participantes de los estudios bíblicos, guiados por Stan, pudieron comenzar sus propios grupos virtuales de estudio. Marta, aunque no formó un grupo virtual, sí pudo comenzar a compartir las historias bíblicas con su esposo, Lucas*, quien era católico.
Marta por años había estado orando por Lucas y compartiendo su fe con él sin mucho éxito. El mejor fruto que había podido ver, era que la acompañara de vez en cuando a su iglesia bautista. Aun así, ella nunca dejó de orar por la salvación de su esposo.
Todas las noches iba a su cuarto a orar. A veces lo invitaba a que se uniera a ella, y para no herirla él aceptaba la invitación sentándose en la cama mientras su esposa oraba.
A medida que Marta y su esposo continuaban estudiando la Biblia, él fue dándose cuenta de que era posible entenderla. En una de las tantas noches de oración que Marta hacía en su cuarto, Lucas decidió seguirla, esta vez, para orar de rodillas junto a ella.
Meador y su esposa, Wendy, estaban en los Estados Unidos por un poco más de un año mientras todo esto ocurría. Cuando retornaron a Brasil, supieron que la iglesia con la cual habían colaborado iba a realizar el bautismo de seis personas. Lucas era una de las seis.
“Regocíjense con nosotros,” son las palabras que Stan usó para terminar esta historia – una historia de victoria que nos inspira a persistir en la oración y en el trabajo que Dios nos ha llamado a hacer. Sea sirviendo en el campo, o apoyando en oración a un misionero, nuestras oraciones son escuchadas y contestadas.
Para Meador, pasaron trece meses para ver el resultado de una vida más transformada, para Marta, fueron mucho más que meses. Fueron décadas para ver la salvación de su esposo.
Tal vez no sepamos cuando será el tiempo de recoger los frutos de nuestra labor, pero sí sabemos que el tiempo de sembrar y orar es ahora. Nunca desistamos de doblar nuestras rodillas en oración, ni de permanecer fieles en donde Dios nos ha colocado, pues nuestro trabajo en el Señor, como en la vida de Marta y de Stan se ha demostrado nunca será en vano.
*Los nombres verdaderos han sido cambiados.