Un descanso para comer un helado. Eso es lo que necesitaban. Luis Baltazar y Hugo González viajaron recientemente a una ciudad del sur de Asia para descubrir si había algún creyente entre una etnia no alcanzada. No tenían contactos y no sabían dónde iban a pasar la noche. Los hoteles a los que llegaban eran demasiado caros. El clima tampoco era favorable, lo que hizo todo más estresante.
Decidieron parar para tomar un helado y reorganizarse. Esta parada resultó ser el punto de inflexión en su búsqueda.
Hugo y Luis se mudaron a Asia del Sur desde Venezuela para servir como Aliados Misioneros Globales (GMP, por sus siglas en inglés). Los GMP son apoyados financieramente por la iglesia u organización que los envía y sirven con los equipos de la Junta de Misiones Internacionales (IMB, por sus siglas en inglés). El equipo de la IMB ministra a 17 etnias.
Los hombres se encontraron en una capacitación en la iglesia de Luis en Venezuela, y pasaron por la misma organización enviadora que capacita y envía misioneros de países latinoamericanos.
Helado y pegatinas en el parachoques
El muro del apartamento que comparten tiene pedazos de papel clavados en la pared. Una columna tiene la etiqueta “Inglés” y otra es para el idioma local.
Hace ocho meses, Hugo no podía hablar inglés ni el idioma del país del sur de Asia. Durante seis meses, tanto él como Luis estudiaron el idioma local cuatro horas al día, y Hugo también pasó cuatro horas al día estudiando inglés.
Ahora, tanto Hugo como Luis buscan, encuentran y entrenan activa y exitosamente a creyentes utilizando el idioma predominante en las áreas menos alcanzadas donde su equipo de la IMB sirve. Hugo también se siente cómodo ahora hablando en el idioma el inglés.
El misionero de la IMB, James Andretti, dijo que los GMP son pioneros y viven en lugares estratégicos con menor acceso al evangelio.
“Estos chicos aman e invierten profundamente en sus colaboradores locales, ayudando al equipo con nuestro objetivo de ir más lejos hacia áreas no alcanzadas, y profundizar en el discipulado”, dijo Andretti.
Ahora, regresamos a su descanso para el helado. Mientras su helado se derretía, Hugo y Luis oraban y oraban. Habían viajado a una ciudad para buscar creyentes entre una de las 17 etnias del equipo de la IMB. Se estaba haciendo tarde y no habían avanzado nada.
Después de terminar de comer su helado, llamaron a un mototaxi. Al deslizarse hacia el asiento trasero, notaron una pegatina que decía: “Dios te bendiga”.
“¿Será posible?”, se preguntaron emocionados.
El conductor del auto, un cristiano, era el contacto por el que habían estado orando. Preguntaron si él podía llevarlos a conocer a su pastor porque tenían una capacitación que les gustaría ofrecer.
El conductor les ayudó a encontrar un hotel e hicieron planes para encontrarse al día siguiente. En su viaje, conocieron a la familia del conductor, quienes también son cristianos, y tuvieron la oportunidad de orar por ellos.
Luis y Hugo se encontraron con el pastor, y él se interesó en la capacitación. El pastor los invitó a hablar en una reunión esa noche con un grupo de pastores, a quienes luego pudieron entrenar.
Entraron a la ciudad sin saber nada y salieron con contactos e iglesias entrenadas.
Luis afirmo: “No se puede empezar una obra sin antes orar. Dios hizo que todo sucediera”.
Planean regresar en otro momento del mes.
Andretti dijo que en su viaje, Hugo y Luis abrieron puertas en un área que su equipo nunca había visitado y resultó en dos entrenamientos de discipulado y plantación de iglesias.
De no tener nada a tenerlo todo
Buscar, caminar y orar son parte de las actividades de Hugo y Luis en el sur de Asia.
Hugo y Luis querían tener una conversación final antes de volver a su ciudad actual.
Caminaron por la ciudad durante más de una hora.
Hugo oró: “Dios, por favor, necesito tu ayuda en este momento porque quiero hablar con la gente sobre Jesús. Quiero hablar con la gente sobre el evangelio, sobre Jesús, sobre la Biblia, sobre la verdad, sobre la vida”.
Poco después, el Señor los llevó a un hombre de la casta más baja. Hugo y Luis se conmovieron al escuchar su historia.
El hombre le dijo a Hugo que estaba triste y se sentía solo. Hugo le dijo que no estaba solo, que Dios lo amaba y quería tener una relación con él. Hugo compartió que quería darle un regalo, el regalo de conocer a su Salvador y cómo él podría obtener el perdón de sus pecados.
El hombre eligió dedicar su vida a Cristo.
Movilizando una fuerza misional
Luis y Hugo filman videos que envían a iglesias en Venezuela, Colombia, Chile, México y Brasil. Los videos están en español, inglés y portugués. Su esperanza es alentar y promover la movilización de más latinoamericanos para servir en el extranjero.
Andretti dijo que ya han movilizado muchas iglesias en América Latina para orar por la entrada en áreas donde no se conoce el testimonio del evangelio.
Los GMP tradujeron una herramienta para compartir el evangelio que muestra historias desde Génesis hasta Jesús en el Nuevo Testamento en español, y que se utiliza para ayudar a los voluntarios hispanos a entender esta herramienta en su lengua materna antes de que lleguen a Asia del Sur.
Su compromiso de servir es por dos años, y pueden renovar por otro año.
Luis dijo que hay mucho trabajo por hacer y que dos años no es tiempo suficiente. Él planea servir por más tiempo. Hugo planea regresar a Venezuela para transmitir su visión a las iglesias. Su deseo es ver a muchas iglesias unirse a la tarea de alcanzar a los sudasiáticos con el evangelio.
Andretti elogia a Luis y a Hugo por aceptar el desafío de aumentar la capacidad de envío de obreros a las misiones desde Venezuela y otros países de América Latina.
Hugo y Luis continúan caminando, buscando y orando mientras buscan contactar a más personas de las 17 etnias.
Algunos nombres podrían haber sidos modificados por motivos de seguridad.