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Dale las gracias a Dios por Tomás y Abel, y por otros creyentes bajo riesgo de ser perseguidos.


Pídele a Dios que guíe a Jay y Ella, y a sus hijos, conforme su ministerio prosiga en una región donde la violencia y la inestabilidad política son algo común.


Oremos porque los creyentes puedan reunirse de forma segura para la adoración y la comunión.

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SEMANA DE ORACIÓN: DÍA 6

LA GRAN BÚSQUEDA EN ÁFRICA DEL NORTE


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Dale las gracias a Dios por Tomás y Abel, y por otros creyentes bajo riesgo de ser perseguidos.


Pídele a Dios que guíe a Jay y Ella, y a sus hijos, conforme su ministerio prosiga en una región donde la violencia y la inestabilidad política son algo común.


Oremos porque los creyentes puedan reunirse de forma segura para la adoración y la comunión.

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Cuando Jay miró hacia el valle, vio puntos de luz parpadeantes, el minúsculo resplandor de las fogatas de las aldeas al pie de la montaña. En la oscuridad de la noche, eran la única luz, salvo por las estrellas. Jay le mostró las fogatas a Tomás, su colaborador local.

Jay le dijo a Tomás: “Cada una de esas fogatas representa a una familia o a un grupo de personas donde probablemente no ha oído las buenas nuevas”. Juntos leyeron Salmos
19 y cómo los cielos declaran la gloria de Dios. Hablaron sobre el hecho de que, si bien las personas reunidas alrededor de esas fogatas sabían de la existencia de un Dios con solo mirar a las estrellas, no tenían a nadie compartiéndoles cuánto Dios les ama a través de su hijo Jesucristo.

El misionero de la IMB compartió cómo Tomás regresó con muchas ganas de hablar con un grupo de nuevos amigos (incluyendo a Abel) quien había recibido el evangelio cuando
Tomás se lo compartió en un viaje anterior. Con valentía, relató a sus amigos desde la creación hasta la historia de Cristo, mostrándole a Abel cómo compartir con fidelidad. ¡Los guardias alrededor de la fogata profesaron su fe en Jesús! Hoy, Tomás y Abel siguen compartiendo las buenas nuevas con quienes están a su alrededor.

Jay Janill y su esposa, Ella, son misioneros en África del Norte y conocieron a Abel meses antes de esa noche, durante una expedición de exploración a las montañas circundantes en compañía de Tomás. Los excursionistas deben contratar guardias de seguridad y un guía forestal para garantizar su seguridad, pues es una zona muy inestable. Abel era el guía forestal. Él mostraba interés por las conversaciones espirituales. Le dieron una tarjeta SD para su teléfono con la Biblia completa en audio y en formato digital, relatos de las Escrituras y la película de Jesús. Todo estaba traducido a su idioma.

Cuando volvieron a acampar, Abel volvió a ser su guía. En el siguiente viaje, Abel también fue su guía. Y la siguiente también. En cada encuentro con Abel, podían percibir cuánto escuchaba y leía la Palabra de Dios. Con el tiempo, Abel profesó su fe en el Señor, y Tomás siguió enseñándole y animándolo a compartirla con los demás.

Jay y Ella nos cuentan cómo la mayoría de los habitantes de la zona donde sirven han estado expuestos a una supuesta religión cristiana. No obstante, Ella explica: “La verdad no conocen a Jesús. Si les preguntas quién es Jesús, no tienen la menor idea de quién es”.

Por cada persona que escucha y cree como Abel, hay cientos de personas sin conocimiento de la verdad y sin acceso al evangelio.


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